La historia del 1° de Mayo y su tradición en Argentina


En plena zona de la Recoleta se celebró por primera vez el Día de los Trabajadores en la Argentina. En la sede del Prado Español, ubicado en lo que hoy es uno de los barrios exclusivos de Buenos Aires, la reunión se inició a las 3 de la tarde del 1° de mayo de 1890 y juntó a 2.000 personas, una concurrencia numerosa para la época. Al día siguiente, los asistentes se enteraron de que habían perdido su jornal “por faltar al trabajo”.



Por iniciativa del club de trabajadores alemanes Worwaerts se había constituido un comité obrero para convocar al mitin a todos los asalariados. Para eso redactaron un manifiesto en el que explicaban, que “reunidos en el Congreso de París del año pasado los representantes de los trabajadores de diversos países, resolvieron fijar el 1° de mayo de 1890  como fiesta universal de obreros, con el objeto de iniciar la propaganda en pro de la emancipación social”.

En el mitin hablaron varios oradores señalando “las deplorables condiciones de trabajo en todos los gremios” y reclamando la limitación de la jornada a ocho horas. Los diarios comentaron con asombro ese hecho, al que consideraban “extraño a las costumbres del país”. La Nación dijo que “había en la reunión poquísimos argentinos, de lo que nos alegramos mucho”. El periódico, La Patria, ironizaba porque “todos los oradores hablaron en el sentido de que era necesario que se aumentaran los salarios y se disminuyeran las horas de trabajo, lo que es algo que sobrepasa los límites de los excelente”.

Más avisado, el cronista de El Nacional, recalcó que en los discursos se observaban “bien dibujadas las diferencias que aquí, como en todas partes, dividen a los obreros en dos grupos: anarquistas y socialistas”. La reflexión fue confirmada cuando estos últimos, al año siguiente, prepararon un acto similar; recibieron la negativa anarquista y la celebración fracasó. 

1º de mayo plaza Lorea


“…En qué consiste mi crimen, en que he trabajo por el establecimiento de un sistema social donde sea imposible que mientras unos amontonan millones otros caen en la degradación y la miseria…”




El 1º de mayo se transformó a fines del siglo XIX en un día de lucha y homenaje a los trabajadores caídos en Chicago por reclamar la jornada de ocho horas. La iniciativa había sido promovida por los obreros norteamericanos y fue adoptada por la Segunda Internacional en su congreso de fundación, el 14 de julio de 1889. Un año después, el Día del Trabajador era celebrado por primera vez en Buenos Aires con la presencia de más de 1.000 obreros. En un mitin organizado por anarquistas y socialistas, los trabajadores denunciaban en distintos idiomas las deplorables condiciones de trabajo –agravadas por la crisis económica– y reclamaban la jornada de ocho horas.



1890, como expresión de una clase obrera profundamente internacionalista, conmovida por los acontecimientos internacionales y dispuestos a la acción directa, inaugurará en nuestro país la costumbre de celebrar el Día del Trabajador, tradición que al mismo tiempo se convertirá en escenario de enfrentamiento y manifestación del movimiento obrero en diversos momentos de la historia argentina. La burguesía y sus agentes en el movimiento obrero, por su parte, intentarán quitarle –mediante la represión o la cooptación– todo contenido de clase y de lucha a la celebración.

A Sangre y fuego

Si bien 1890 representa el momento inaugural de la conmemoración, habrá que esperar el cambio de siglo para asistir a las primeras gestas combativas de la clase obrera argentina. La oligarquía, aterrorizada por el aumento del número de huelgas aceitará los mecanismos de represión y promulgará a principios del 1900 una serie de leyes con las cuales el gobierno quedará habilitado para reprimir toda protesta obrera y expulsar a los activistas inmigrantes. Bajo este clima represivo, pero teñido por la acción directa obrera, tuvo lugar la masacre de 1909. El 1º de mayo de 1909, la policía reprimió el acto del anarquismo y una docena de obreros resultaron muertos. La bronca y el dolor por la muerte de los trabajadores desencadenaron la Semana Roja, una jornada de huelga general y movilización que paralizó los principales centros obreros del país. Los funerales de los trabajadores caídos congregaron a unas 300 mil personas y el 8 de mayo el gobierno oligárquico tuvo que ceder ante el comité de la huelga la libertad de los presos y la reapertura de los locales obreros.

Meses más tarde, el obrero anarquista Simón Radowitsky asesinaba al coronel Falcón en represalia por las brutales acciones policiales cometidas durante la Semana Roja. La respuesta del gobierno fue inmediata: se aplicó el estado de sitio y se deportó a numerosos activistas. Sin embargo, este ambiente hostil, alimentado por el patriotismo que despertaban los festejos del Centenario, no impidió que el 1º de mayo de 1910 se congregaran más de 70 mil personas en un acto convocado en Buenos Aires por los anarquistas. Allí se anunció la huelga general por tiempo indeterminado, lo que llevó a nuevos enfrentamientos con el gobierno. En vísperas de la celebración del Centenario, el gobierno estableció nuevamente el estado de sitio, se cerraron los locales obreros y fueron detenidos numerosos activistas. El 1º de mayo de 1910 representará la última gran demostración pública del anarquismo. La represión del Centenario significará un duro golpe para el movimiento obrero, en especial para la FORA anarquista.

Primeros ensayos

La Semana Roja y los acontecimientos del Centenario obligaron a la burguesía a iniciar, mediante una serie de reformas democráticas y sociales muy limitadas, un primer ensayo de cooptación de los sectores más reformistas de la clase obrera. Este primer intento tendrá su máxima expresión en el “obrerismo” de Yrigoyen. El gobierno radical logrará cooptar a los sectores más reformistas de la clase obrera –especialmente a los sindicalistas– y aislará o reprimirá a los más combativos. En este nuevo escenario, la burguesía buscará sustraer de la celebración del 1º de mayo todo contenido de lucha.

Sin embargo, al calor de los acontecimientos internacionales, principalmente de Revolución Rusa de 1917, se desarrollará en nuestro país una serie de huelgas y manifestaciones obreras, como la Semana Trágica y la Patagonia Rebelde, que se transformarán en hitos de la lucha de la clase obrera argentina. En los años ’30, estos tibios intentos de cooptación se vieron interrumpidos por la política de
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 dura y proscripción de los gobiernos cívico-militares. La celebración del Día del Trabajador se transformará, a pesar de la represión y la persecución, en un escenario de disputa o convergencia de las distintas tendencias de la clase obrera. El PC se convertirá en una corriente de peso en el movimiento obrero, pero el llamado a conformar un frente democrático a fines de los ’30 y más tarde, a luchar contra el fascismo lo acercará al PS y los radicales. El 1º de Mayo de 1936, en un acto organizado por la CGT con la UCR y el PS –en el que participaron unas 100 mil personas– el PC llamará a unir a todas las “fuerzas de la democracia”. Lo mismo hará el 1º de mayo de 1943 en un acto convocado con el Partido Socialista. El conjunto de la política desarrollada por el PC en el movimiento obrero terminará facilitando el ascenso del peronismo en la década del ‘40.

“Día del trabajo y la unidad nacional”

El auge del nacionalismo burgués implicará un nuevo intento de cooptación de sectores obreros. Frente al temor de que se repitiera la efervescencia social que había provocado las grandes gestas de fines de los años ’10 –pero con una clase obrera numéricamente y socialmente fortalecida– y para moderar el avance del imperialismo norteamericano, un grupo de militares nacionalistas, entre los que se encontraba Juan D. Perón, dio un golpe de Estado en junio de 1943. El ascenso de Perón a la presidencia profundizará esta estrategia. El Partido Laborista será destruido, se avanzará en la estatización de los sindicatos y en la formación de una cultura nacional y popular que forjará en la conciencia de la clase obrera una ideología de conciliación de clases. En este nuevo escenario, el 1º de mayo se transformará en un multitudinario acto gubernamental en el que será el propio Perón el que se dirija a los trabajadores, a la vez que éstos agradecerán su dignidad: “Sea este 1° de Mayo la fiesta de un gobierno y de un pueblo de trabajadores, –señaló Perón en 1948– fiesta de hermanos que se reúnen en este acto en un abrazo sincero de argentinos, sin distinción de jerarquías, ni de castas, ni de clases. Todos iguales, con los mismos derechos y las mismas obligaciones, frente a la Patria y frente a la historia”. El programa de festejos incluía un show artístico y un desfile de carrozas en el que se elegía a la “reina del trabajo”. Los partidos opositores realizaban sus actos los días anteriores y alejados del radio céntrico. Esta situación cambió a partir de 1956. En aquel año, el partido socialista –que había apoyado el golpe del ‘55– convocó a una movilización bajo el lema “Otra vez el 1º de Mayo libre y obrero”. Sin embargo, el Partido Socialista se había transformado en un partido profundamente antiobrero, ligado a la burguesía “antiperonista”.

Un día de lucha

En los años siguientes la clase obrera deberá resistir el avance de la burguesía contra las conquistas obtenidas durante el peronismo, en el marco de una profundización de la penetración imperialista. La celebración del 1º de Mayo quedará prohibida bajo el gobierno de Onganía. Sin embargo, la dictadura no podrá aplacar la efervescencia y radicalización política del movimiento obrero y las clases medias, y el estallido del Cordobazo: en la ciudad de Córdoba, capital industrial del interior y centro de las industrias automotrices, la derogación del regímenes especiales de descanso y el congelamiento de los convenios colectivos provocaron un levantamiento semi-insurreccional, que no sólo sumó a los trabajadores de las fábricas sino también a los estudiantes y a gran parte de la población. Se abría un período de radicalización política y enfrentamiento abierto entre las clases. La burguesía intentará frenar este proceso con el regreso de Perón, pero ni el Día del Trabajador volverá a recrear la mística peronista: el 1º de mayo de 1974 la agrupación Montoneros se retiraba de la plaza al grito de “¿Qué pasa, qué pasa, General, que está lleno de gorilas el gobierno popular?” En su discurso, Perón los llamó “imberbes y estúpidos”, al mismo tiempo que elogió a la burocracia sindical, provocando la retirada de más de la mitad de la concurrencia.

Un año después, en junio y julio de 1975, el ascenso obrero desatado con el Cordobazo crecía nuevamente en todo el país y particularmente entre los principales batallones de la clase trabajadora del Gran Buenos Aires, donde surgían organizaciones como las Coordinadoras Interfabriles. En esos meses asistíamos a la primera huelga general contra un gobierno peronista, esta vez contra Isabel y López Rega. El 24 de marzo de 1976 la clase dominante y el imperialismo norteamericano promoverán el golpe genocida.

La celebración del 1º de mayo quedará prohibida hasta el regreso de la democracia. No volveremos a presenciar, desde entonces actos masivos como los convocados por Perón, y durante los ´90 la burocracia sindical –encargada de entregar las conquistas– hará desaparecer el 1º de mayo del calendario obrero. Será a partir de la recuperación económica de 2003, que el moyanismo –basado en los sectores mejores pagos– convocará a los trabajadores y les hará creer que el gobierno les ha devuelto la “dignidad”. Del otro lado, la izquierda peleará junto a la vanguardia obrera por mantener la tradición de lucha internacionalista y la independencia política del Día del Trabajador.


primerareunion

Día del Trabajo, en la Alameda, Santiago, Chile, 1908

La historia es hoy

Publicado en "La Voz del Interior", mayo de 1910)
La fotografía corresponde a los festejos del Centenario de la Mayo en la Plaza San Martín.


1º mayo 1921 Santa Cruz





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