“Después de haber anegado en sangre las barriadas obreras, el jefe de policía, el destacado dirigente radical Elpidio González, se dirige a las tropas en estos términos: `felicito al personal (…). Un pequeño esfuerzo y habremos terminado, dando una severa lección a elementos disolventes de la nacionalidad argentina´”. (Milcíades Peña “Masas, Cuadillos y Élites”).
Símbolo de la brutalidad represiva es el caso de Paulina Viviani, una niña de 13 años, apuñalada por un soldado del ejército frente a su madre. Junto con las fuerzas del orden, actuó La Liga patriótica. Fundada en el aristocrático Club Naval bajo el lema “Patria y Orden” y financiada por los capitalistas, la organización paramilitar agrupa a hijos de las clases acomodadas.
Las comisarías les proveen armas y en autos lujosos recorren las calles disparando y apaleando a trabajadores, mujeres y niños. Su foco de ataque: los barrios judíos de Once y Villa Crespo, donde organizaron verdaderos progroms.
La Liga contó con la adhesión de sacerdotes, intelectuales, industriales, militares, terratenientes y políticos reaccionarios.
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