Semana Trágica Agenda de Reflexión





La ascensión del primer gobierno del partido radical suscitó una jubilosa expectativa. El país se sentía liberado, dignificado, y en vísperas de grandes realizaciones. Con la llegada al poder del gran caudillo don Hipólito Irigoyen, que encarnaba la protesta y la lucha nacional contra los gobiernos de la opresión, la corrupción y el fraude, se había desatado una incontenible esperanza popular.

Pero si bien Irigoyen llegaba libre de compromisos con los intereses y con los personeros del Régimen, carecía de mayoría en ambas cámaras legislativas y once de las catorce provincias se hallaban en manos de gobiernos surgidos del fraude. Era la estructura política de la oligarquía imperante, que subsistía intacta en su organización económica y en una parte importante de la opinión pública influida por la prensa comercial, tributaria de sus intereses.

Esos años coincidían con una intensa agitación obrera, motivada por la inseguridad económica, los bajos salarios y malas condiciones laborales, y la influencia de las transformaciones sociales del fin de la Primera Guerra Mundial. La actitud nueva del gobierno de Hipólito Irigoyen, de comprensión y auspicio de las legítimas aspiraciones de los trabajadores, apareciendo por primera vez en la historia como árbitro de los conflictos, trataba de alcanzar soluciones equitativas. Las delegaciones obreras concurrían a la Casa de Gobierno, y el presidente las recibía junto a las patronales. Lo cual provocó una actitud defensiva de éstas, que fundaron organizaciones rompehuelgas como la Asociación del Trabajo y, sobre todo, la Liga Patriótica, en que el anti-obrerismo asumía el carácter de defensa contra "la amenaza roja", amparada en la bandera nacional.

Al mismo tiempo, el movimiento obrero adquiría en esos años una tónica revolucionaria, y estaba plagado de agitadores que anunciaban un estallido inminente. La revolución rusa de 1917 parecía a muchos el preludio de la transformación del mundo. Era el sarampión "maximalista" que atacará también a buena parte de la intelectualidad joven.

Desde hacía ya un mes los obreros de los Talleres Metalúrgicos Pedro Vasena e Hijos Ltda. se encontraban en huelga. Habían cortado las líneas e interrumpido el suministro de agua. Su planta industrial estaba en Cochabamba y La Rioja, en el barrio de San Cristóbal, en los terrenos donde actualmente está ubicada la plaza Martín Fierro, y sus depósitos se encontraban en la calle Pepirí y Santo Domingo, en Parque Patricios, cerca de Nueva Pompeya. Esta empresa era una de las más importantes del país: entre obreros y empleados sumaban más de 2.500 personas. Los huelguistas solicitaban la reducción de 11 a 8 horas de trabajo, aumentos escalonados de jornales, la vigencia del descanso dominical y la reposición de los delegados obreros echados por la empresa al iniciarse el conflicto.

El día 7 de enero de 1919 (hace hoy ochenta y cinco años), a las 16 horas, varias chatas de Vasena marchaban en busca de materia prima hacia los depósitos. La máquinas de la planta industrial funcionaban con un pequeño número de carneros y rompehuelgas contratados para la empresa en la Asociación del Trabajo. Las chatas también eran conducidas por rompehuelgas protegidos por la policía. Al llegar a la intersección de la avenida Amancio Alcorta y la calle Pepirí, un grupo de huelguistas acompañados de mujeres y niños intentaron detenerlos en forma pacífica. Como no se detuvieron, algunos obreros comenzaron a tirarles piedras y maderas.

La policía disparó sus fusiles dejando, luego de dos horas de choques, un saldo de cuatro obreros muertos y más de treinta heridos, algunos de los cuales fallecieron después.

El hecho indignó a todos los obreros metalúrgicos, y la Sociedad de Resistencia Metalúrgica (antecedente de la UOM) lanzó un paro general para todo el gremio. Los obreros marítimos, que en ese momento también estaban en huelga, apoyaron a sus compañeros metalúrgicos. Lo mismo que sectores ferroviarios, en conflicto salarial con las empresas extranjeras, los del calzado, los municipales, telegrafistas y los empleados postales. El hecho pasó casi inadvertido para la prensa, pero se había desatado el factor detonante de lo que se llamaría La Semana Trágica: la huelga general, la más importante hasta esa fecha en la Argentina. La clase obrera estaba formada por entonces en su mayoría por inmigrantes, algunos de los cuales tenían experiencia sindical y política europea, sobre todo socialista y en menor medida anarquista.

El día 8 de enero en la Cámara de Diputados el socialista Nicolás Repetto propone que en el temario de las sesiones extraordinarias se incorpore el debate sobre los sucesos del día anterior. "Un importante barrio de la ciudad ha sido teatro ayer, señor presidente, de un episodio sangriento que debe haber producido una impresión muy desagradable, dolorosa para todos los argentinos que se interesan en el progreso real de la cultura colectiva... Los conflictos sangrientos en las huelgas se deben principalmente a estas causas: primero a la falta de serenidad por parte de la autoridad encargada de mantener el orden. Segundo, a la falta de comprensión, e impermeabilidad cerebral de algunos que se resisten obstinadamente a aceptar de una vez las buenas prácticas gremiales y obreras que ya están difundidas en el mundo todo. Y por último, a la falta de serenidad de los obreros". Pero se levanta la sesión por falta de quórum. El conflicto social, como siempre, se resolvería entonces en la calle.

El día 9 de enero, desde temprano, los huelguistas se lanzan a la calle, a los barrios y a las puertas de las principales empresas para garantizar el paro. Incitaban a los trabajadores y a los transportistas a abandonar sus puestos de trabajo. Voltearon tranvías, cortaron cables de electricidad, bloquearon la plantaVasena con barricadas en las calles San Juan, Cochabamba, Oruro, Urquiza, y La Rioja. Los comerciantes de toda la ciudad también se fueron adhiriendo, sea por apoyo a los huelguistas o por miedo a las represalias. Lo cierto es que para el mediodía la ciudad estaba totalmente paralizada.

Por otra parte, había salido desde Nueva Pompeya el cortejo fúnebre que llevaba a los abatidos del día 7. Un pequeño grupo de agitadores que los acompañaban iban robando las armerías que se encontraban a su paso, como la de Juan Picasso en San Juan al 3900. A las 17 el cortejo llegó al cementerio. Mientras hablaba uno de los gremialistas, la policía y los bomberos armados, atrincherados en los murallones del cementerio, balearon a la multitud. Cundió el pánico. Todos empezaron a correr mientras la lluvia de balas continuaba, ya que se contestó el fuego desde los huelguistas. Según la prensa oficial murieron allí doce personas, pero según un periódico obrero eran más de cincuenta, incluyendo algunas mujeres. La gente que se alejaba del cementerio comenzó a agredir en las calles a cuanto policía se les cruzaba. Decenas de tiroteos se produjeron en toda la Capital, y en Retiro fueron también baleados algunos trenes. Mientras tanto, se despertó el odio y el pánico entre los sitiadores de la fábrica Vasena al enterarse de los sucesos en el cementerio. La policía atacó con ametralladoras y fusiles Mauser a los sitiadores de la empresa, que se mostraban exasperados.

A las 19, por orden del presidente Irigoyen, intervenía el Regimiento de Infantería. El operativo policial-militar estuvo a cargo del general Luis Dellepiane, quien indignado y envalentonado declaró: "Habrá un escarmiento que se recordará durante los próximos cincuenta años". Lamentablemente, no estaba errado.

Por la noche seguía la violencia, y hubo nuevos enfrentamientos entre obreros y policías en varios puntos de la ciudad. La prensa oficial había registrado un saldo para ese día de cuarenta muertos, mientras que la prensa obrera registró más de cien muertos y cuatrocientos heridos. La Unión Obrera Ferroviaria también se plegaba completa al paro.

La mañana del día 10 de enero la ciudad estaba virtualmente paralizada, y había ciudades del interior del país que también se habían adherido al paro. El presidente había ordenado la distribución de 30.000 efectivos militares en toda la ciudad, como así también había solicitado la presencia urgente del señor Vasena en la Casa Rosada. Buenos Aires parecía una ciudad ocupada por fuerzas enemigas. En las esquinas, piquetes de soldados, policías y bomberos estaban listos para reprimir cualquier intento. En los barrios los transeúntes eran palpados de armas. Las calles presentaban un aspecto insólito, con varios tranvías y automóviles abandonados. Las discusiones e incidentes por obtener alimentos de primera necesidad eran comunes. La violencia seguía en toda la ciudad. El saldo de esta jornada habría sido de no menos de cincuenta muertos.
El día 11 se habían dado a conocer los resultados de las tratativas entre el gobierno, Vasena y el sindicato. La empresa había concedido a los obreros las siguientes mejoras: 8 horas de jornada laboral, un aumento que variaba según el salario entre el 20% y el 40%, aumento de las horas extras en un 50% y un 100% adicional para los que trabajaran los domingos. Sin embargo, la huelga y los tiroteos continuaban. Ese día fue el de la gran redada para los sindicalistas y dirigentes socialistas: se llegó a detener a cinco mil personas. Pero al intensificarse la represión y al carecer ya la huelga de objetivos claros, comenzó a reinar la confusión entre los obreros. La huelga para ellos ya no tenía sentido... y habían conseguido bastante. Tanto como nunca antes en toda la historia.

El 12 de enero la policía dio a conocer la noticia completamente falsa- de que se había descubierto una célula bolchevique entre los numerosos inmigrantes rusos de la ciudad. Se allanó una casa donde habrían sorprendido a cuarenta "miembros dirigentes del 'primer soviet' de la república federal de los soviéticos argentinos" (La Nación, 13/ene/1919). El periódico socialista La Vanguardia el día 14 de enero registraba un total de setecientos muertos y más de dos mil heridos, obreros, mujeres y niños, a lo largo de toda la semana. Pero ya el día 16 prácticamente la policía había puesto en libertad a la mayoría de los obreros y de a poco se volvía a la normalidad.

Durante la Semana Trágica, a la represión policial se sumó la aparición de la Liga Patriótica Argentina, una fuerza de choque juvenil de derecha que se dedicó a atacar violentamente a los sindicatos, agrupaciones de izquierda y anarquistas, y de paso, también a los judíos. La Liga Patriótica, dirigida por la elite conservadora, habría de ser en los tres años siguientes la asociación política más poderosa del país. Su crítica fundamental se dirigía a la benevolencia con que Irigoyen trataba las luchas sindicales. A dos años de la revolución rusa, existía el temor generalizado de su posible repercusión. Esto había creado un clima de desasosiego en las clases dominantes, que en cada movimiento obrero veían una amenaza para la seguridad pública. Afirmaban que el "maximalismo", el programa máximo de la revolución socialista soviética, pretendía apoderarse del país. Se preveía una inminente revolución mundial, que, si bien constituía un factor movilizador para los trabajadores, actuaba como revulsivo para las clases propietarias.






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7 Ene 1919 - El barrio de San Cristóbal también es famoso por haber sido escenario de tristes episodios de la historia argentina como fueron la Semana Trágica, el 7 de enero de 1919, y el secuestro de personas de la parroquia Santa Cruz durante la última dictadura militar. La semana trágica comenzó con el asesinato por parte de la policía de cuatro trabajadores de los talleres metalúrgicos Vasena, que se encontraban en huelga.
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9 Ene 1919 - Como consecuencia de lo ocurrido, el 9 de enero de 1919, la Federación Obrera RegionalArgentina (FORA) y la Confederación Obrera Regional Argentina (CORA) proclamaron la huelga general.


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11 Ene 1919 - Se generaron escaramuzas que derivaron en un baño de sangre durante la represión desatada por la policía, a la que se sumó la Liga Patriótica Argentina, una organización de ultra derecha. El saldo de laSemana Trágica fue de 700 muertos y tres mil heridos entre el 7 y el 11 de enero de 1919.
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13 Ene 1919 - Durante los días 6 al 13 de enero de 1919, bajo la excusa de una represión a una huelga obrera, se llevó a cabo en los barrios de Once y Villa Crespo el sangriento pogróm contra la comunidad judíaargentina conocido como la “Semana Trágica” dejando muertos y heridos. La sociedad civil, las autoridades y quienes tenían la obligación de investigar y sancionar guardaron silencio y los culpables gozaron del beneficio de la impunidad.
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14 Ene 1919 - Los sucesos de la Semana Trágica, del 7 al 14 de enero de 1919, ejemplificarían tanto el temor oficial como el grado de apoyo gubernamental al movimiento obrero. La caída de los salarios reales y el precedente de la Revolución Rusa, sirvieron para empeorar la relación entre patrones y obreros. A pesar de la ambivalencia de la política laboral de Yrigoyen, el gobierno mostró cierta predisposición hacia el movimiento obrero organizado y este hecho fomentó nuevas e importantes actitudes sindicales para el desarrollo del nacionalismo argentino.
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17 Ene 1919 - El saldo fue de 4 obreros muertos, y la consecuencia política fue la formación de la FORA, Federación Obrera Regional ArgentinaEncolumnados en esta organización, obreros tanto anarquistas como comunistas se movilizaron durante toda la semana luchando contra la policía y el ejército. Con la aceptación de algunas medidas favorables hacia el proletariado y la feroz represión, la “Semana trágica” concluyó el 17 de enero de 1919, marcando la primera lucha del proletariado.

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